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Cada ser humano viene al mundo dotado con todo el potencial necesario para cumplir con su misión y propósito, aun aquellos que nacen con algún tipo de discapacidad sensorial, física o mental como también los que son recibidos en condiciones de pobreza, guerra o desigualdades sociales. La divinidad de la esencia está respaldada con talentos, capacidades, cualidades, aptitudes, un cuerpo en el cual crecer, un cerebro que contiene la riqueza mental, un corazón que vibra con las emociones y una grandeza espiritual que conecta con la transcendencia. Es maravilloso saber que un bebe pequeñito, indefenso y dependiente sea en realidad un cumulo de riquezas internas.
Comprendamos que toda persona es única, multidimensional y contiene en sí misma la integridad que le permite desde la concepción, gestación y nacimiento desarrollarse, superando todas las etapas del crecimiento y de la vida. Sin embargo como ningún otro ser del reino animal, el humano necesita por un largo periodo de tiempo familia, hogar, padres y adultos que se responsabilicen de el con dedicación, cuidado, educación pero ante todo amor. Ahora bien la figura más importante, que mayor impacto tiene y más influencia ejerce es sin duda alguna la madre, en especial durante los primeros años de vida y de manera definitiva en la dimensión psicológica, porque ella es pilar y educadora natural que forma con ejemplo y desde el amor incondicional en:
- Valores.
- Expresión y manejo emocional.
- Fortalecimiento de la mente, el pensamiento, la percepción, la asimilación y la comprensión.
- Guiar la configuración de la personalidad, las actitudes y la autoestima, la comunicación funcional, la resolución pacífica de los conflictos o diferencias y la superación de las crisis o dificultades.
- Apoyar cuando se presenta una agresión, hay un maltrato, el miedo invade, los nervios atacan, la tristeza embarga, un amigo “rompe” el corazón, la inseguridad hace tambalear o fluyen esos pensamientos que argumentan incapacidad, imposibilidad, impotencia o incredulidad.
- Creer que su hijo es capaz de desarrollarse, proyectarse, transformarse y evolucionar desde su esencia, por encima de las costumbres, las limitaciones, las barreras y los obstáculos que la sociedad le pueda tratar de imponer.
Nada ni nadie reemplaza la mamá de sangre o adoptiva, aquella mujer (abuela, tía, pariente o extraña) que asume con total responsabilidad en un momento dado, la maternidad y el ser la imagen femenina de una personas en crecimiento. Se puede nacer en condiciones muy adversas a nivel físico, financiero, económico, social, cultural, político o de orden público, pero un ser en cualquiera de estas situaciones podrá sobrevivir, desarrollarse y convertirse en un adulto equilibrado, feliz y amoroso si cuenta con una madre que le ame en forma incondicional, de quien reciba aceptación tal como es, valoración, respeto, apoyo, estímulos, confianza, motivación e inspiración. Que le ofrezca tiempo de calidad, le permita expresar sus emociones y le oriente para aprender a manejarías, le levante cuando cae, le cure cuando tiene una herida física o en el alma, le acompañe en la resolución de sus pequeños problemas, dialogue con él en forma abierta y sincera acorde con su edad, que juegue, ría y se divierta a su lado, a la vez que sea fortaleza para dar seguridad a su pequeño mientras este crece. Una mujer consciente que la escuela forma académicamente, pero que la formación como persona integral la ofrece en especial ella, para que ese ser que la vida le ha puesto en sus manos desplegué todo su potencial, desarrolle y supere cada etapa con balance, adquiera seguridad en sí mismo, pueda reconocer y adquirir las habilidades para multiplicar sus talentos naturales, tener una visión del mundo en concordancia y poder así vibrar desde la más temprana edad con el sentido del servicio, el valor de ser autentico y su propósito de vida,
Una mujer que comprende el privilegio de ser madre, que independiente de su condición sociocultural o educativa se prepara para cumplir el papel más importante de su vida, sigue su intuición, busca apoyo y asume con total responsabilidad el encargo dado, es quien dará de sí misma todo, para que su hijo sea una persona que pueda afrontar todas las condiciones de la vida aun las más adversas, con equilibrio emocional, con poder mental, en armonía, paz interna y fortaleza espiritual. Sabrá ser y estar si su hijo atraviesa los baches propios del vivir y el tendrá la certeza que contara con la mano de ella. Estará siempre para su hijo sin perder su condición de mujer y persona y será trabajadora y profesional sin dejar de ser excelente mamá.
Calan y retumban con gran poder y a lo largo de la vida aquello que mami dice o decía: eres un ser hermoso, maravilloso, grandioso, inteligente, brillante… Estoy orgullosa de ti, te felicito, te admiro, confió en ti… Que feliz soy contigo, eres muy importante en mi vida, te amo hasta el cielo y te amare eternamente… Como también la certeza que las manos de mamá sanan, el abrazo fortalece, la mirada acaricia, la sonrisa da confianza, las palabras estimulan y las correctivas calan, su presencia día a día le permite a la persona comprender, que el Ángel dado por el Universo para que lo guiara en sus primeros tiempos de recorrido por el planeta tierra, es o fue tan poderoso, que la pudo sostener mientras sus propias alas se fortalecieron para volar por si misma.
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