Soy amor de madre y gestora de paz…El reto gestar, lactar y formar seres humanos conectados consigo mismos, despiertos, contribuyendo en la transformación del mundo, consciencia social, de cara a la paz.
Lialdia.com / *Lenny Z. Pito Bonilla/ Tampa/ Florida/ 5/13/2018 – Mamá la palabra que casi todos los seres humanos pronunciamos por primera vez, en la mayoría de los idiomas del mundo y que quizá más pensamos o decimos a lo largo de la vida, porque mamá nos conecta con nuestra esencia divina, es el ángel terrenal que escogemos para venir a través suyo a vivir nuestra experiencia en la tierra, en la gran mayoría de los casos nos engendra por esa maravillosa unión de espermatozoide y ovulo, en el útero o más lindo nombre todavía matriz. Ese espacio sagrado, hermoso físicamente, con estructura tan delicada pero fuerte a la vez, donde nos desarrollamos hasta el nacimiento, tiempo de gestación cuando se produce el misterio de la vida y la conexión única y eterna entre madre e hijo.
Hombre y mujer engendran pero solo la mujer tiene la posibilidad de gestar y luego lactar, funciones exclusivas de lo femenino. Ser mamá es una elección libre y amorosa, aunque debemos considerar los casos en que no es así, otros en los que las mujeres optan por no tener hijos, las situación en las que por alguna razón no pueden ser mamásbiológicas, pero eligen adoptar o ser madres de crianza, de tal manera que ya sea que la maternidad se de o no dentro del aparato reproductor femenino, de todos modos es parte fundamental del ser mujer y está latente aunque no se desarrolle. Entonces todas estamos estructural y funcionalmente capaces de ser gestantes de vida y gestoras de paz desde las entrañas, como parte de nuestra esencia. Preguntémonos por tanto si ¿estamos gestando guerra o paz? Porque si contamos con la maravilla de conectar con un ser que llevamos en el vientre durante nueve meses, entonces poseemos la capacidad de promover la vida y gestar todo aquello que nos hace mejores seres humanos.
La madre se ocupa de cuidar, alimentar, proteger, empezar a educar y lo más importante dar todo el amor del mundo a ese ser que lleva en su vientre, en esa etapa de gestación fundamental en la vida de toda persona, que no recordamos pero que queda marcada en nuestro subconsciente para siempre, con tanto poder, que determina gran parte de nuestra existencia. Un cordón umbilical visible nos conecta a mamá, a través del cual ella transmite alimento para el cuerpo pero también para el alma, traslada de manera precisa todos los nutrientes necesarios para crecer en forma saludable, pero también amor, felicidad, armonía, lo mejor de su alma y la paz de su interior. Sin embargo, también puede ser y dolorosamente sucede con frecuencia que trasmite alimentos no nutritivos, contaminantes, tóxicos y la propia carga emocional, mental o espiritual que la agobia.
Que capacidad tan grande posee una mujer para ser coparticipe primordial del crecimiento de un individuo, que responsabilidad tan importante frente a la formación integral de este, que privilegio tener la estructura y el funcionamiento corporal para afrontarlo, pero sobre todo que bendición poder gestar y luego lactar cuando es madre biológica, aunque las madres que adoptan o de crianza también lo desarrollan, porque como mujeres todas poseemos el potencial femenino para hacerlo, el llamado instinto maternal.
Con tal poder otorgado por el creador para contribuir con la conservación de la especie humana, las madres tenemos que recordar como nunca antes ese papel fundamental, convertirlo en el más importante después de ocuparnos de nosotras mismas, de nuestro desarrollo, de la constante transformación a la que estamos llamadas y de evolucionar fluyendo con nuestro propósito de vida, porque solo la mujer que se ocupa de transcender y dejar un legado, está en plena consciencia para ocuparse de ser mamá y apalancar a ese ser que se le encomendó como hijo.
La responsabilidad es de tal magnitud que cuando una persona tiene éxito en la vida, por lo general le dedica de manera especial sus logros a su mamá, reconoce su aporte y le agradece eternamente. Ahora bien del otro lado, cuando un individuo toma caminos equivocados, casi siempre la balanza se inclina hacia el alto grado de responsabilidad de la madre o sino recordemos lo familiar que son estas expresiones: “¿Dónde estaba la mamá?” “¿Qué clase de madre tuvo?” “¿Qué paso con la crianza?” “La madre no lo supo criar y formar”, etc.
Después del nacimiento y hasta que la muerte nos separa físicamente poseemos un cordón umbilical invisible, muy sutil pero poderoso, que va desde nuestro corazón al del hijo, llevando a través de la palabra pero sobre todo del testimonio diario nutrientes psicológicos, espirituales, valores integrales y esos estados permanentes de vida que conectan con el ser felices, agradecidos, solidarios, compasivos, pacíficos y amorosos entre los más significativos. Tesoros todos que estamos llamadas a acuñar como mamás para heredar desde el amor. Porque cada persona trae un propósito y las madres tenemos el papel fundamental de apoyar a los hijos en el camino del encuentro con los suyos, estamos llamadas a promover que los retoños sean seres felices, realizados, exitosos y que se conviertan en adultos coherentes con la misión que han identificado.
Con un cerebro en equilibrio y firme pero a la vez con un corazón blando, estamos llamadas a ser las primeras educadoras de los hijos, en medio de condiciones favorables para que estos se desarrollen en forma saludable a nivel físico, psicológico y espiritual desde la cultura de la paz, donde primen: el respeto por la dignidad de cada uno, los conflictos y las diferencias se resuelvan de manera pacífica, las semillas que conforman la esencia de una persona tales como dones, talentos, capacidades o múltiples inteligencias germinen en tierra fértil y den frutos que sirvan para autoalimentarse y alimentar familias, comunidades y a la humanidad.
Nuestro mundo convulsionado, con tantos conflictos no solo armados, sino a nivel de guerras internas, entre familias, hermanos de una nación y entre naciones, nos muestra un panorama lleno de fundamentalismos, extremismos, ataques, violencia que nos aleja del centro hiriendo, lastimando, tratando mal, ofendiendo, creando heridas tan irreparables como las que generan las armas. ¿Cómo revertir esto? y ¿cuál es nuestro grado de responsabilidad? Si hay barreras que limitan nuestro estado natural de armonía, busquemos apoyo para sanar, limpiar, transformar, para convertirnos en seres humanos que no se compran ni venden, que no defienden sus posiciones pisoteando las de los demás, que respeten la dignidad de los otros, que se destaquen con sus valores sin hacer daño, rectos y aportantes activos a la evolución de la humanidad.
Energía de mujer gestante de paz… Llamada a cambiar esa posición de víctima, rompiendo ataduras de minusvalía, superando la discapacidad mental, afianzándose en su potencial, fuerza y capacidad incondicional para amar, ser capaz de gestar y parir paz, salir de las zonas de confort para ser agentes de transformación haciendo la diferencia. El reto gestar, lactar y formar seres humanos conectados consigo mismos, despiertos, contribuyendo en la transformación del mundo, consciencia social, de cara a la paz.
Queremos paz para el mundo entonces generemos y proyectemos paz, aun en medio de los momentos más complejos y difíciles. Retomar nuestra esencia pacifica, ser paz, solo es posible llegando a nuestra fuente infinita de posibilidades, donde comprendamos de manera consciente que si hemos sido capaces de dar vida, también podemos transmitir paz, para que los hijos a su vez se conviertan en personas pacíficas, de adentro hacia fuera.
Original publicado en: http://lialdia.com/2018/05/paz-gestada-por-las-madres/