Los gritos no permiten que los verdaderos sonidos se oigan con claridad, que la mente y el corazón se aquieten, que las relaciones sean armoniosas
Lialdia.com/ Lenny Z. Pito Bonilla / Tampa/ Florida / 10/30/2015 – ¿En tu casa gritan? Una sabia pregunta que retumba en mis oídos desde días pasados cuando el Papa Francisco la hizo en Philadelphia, en el marco del Encuentro Internacional de la Familia. Sabia no porque venga del máximo jerarca de la Iglesia Católica, sino porque de la respuesta que tú, yo y cada persona y familia independiente de su creencia religiosa, depende en gran parte la paz que experimentamos en nuestras vidas, el nivel de energía en el que estamos vibrando en forma cotidiana y el grado de armonía que proyectamos a nuestros seres queridos, en nuestro hogar, estudio, trabajo, actividades y desde ahí hacia la humanidad.
Alzar la voz y gritar es la forma, claro está equivocada al cien por ciento, que muchas personas escogen para hacerse sentir, pedir ser escuchadas, creer que tienen el control de las situaciones o de los otros, imponer, humillar e irrespetar. Personas que no han comprendido que los gritos solo son reflejo de:
- Falta de autoridad (la que se gana no se impone).
- Mal gusto.
- Complejos de inferioridad.
- No manejo inteligente de las emociones.
- Deficiencia en las relaciones interpersonales.
- Niveles de comunicación disfuncionales.
- Baja autoestima, entre otros.
Quizás en nuestras familias de origen se gritaba, los maestros gritaban en el colegio o la universidad, los amigos, las parejas, los padres a los hijos y viceversa, los compañeros de trabajo, los jefes a los subalternos, los colegas, los vecinos se gritan. Si vivimos los gritos en nuestra infancia, perdonemos a nuestros padres, maestros y adultos porque quizás ellos no sabían lo que hacían.
El gritar es parte de nuestra cotidianidad, es un elemento fundamental de la no cultura de la paz, es arma en la violencia doméstica, gritos como balas al aire que caen en forma indiscriminada, hiriendo almas por doquier. Si el grito es parte de la forma como te comunicas y está inmerso en las relaciones que estableces hoy día, entonces con sinceridad y tristeza debes contestar a la pregunta del Papa en afirmativo, una respuesta que lejos de anularte debe llevarte a reflexionar, hacer un alto, tomar conciencia del impacto negativo que generas, buscar ayuda profesional si es necesario e iniciar los cambios requeridos, que dejen que tu voz suave, tranquila y pacifica sea la única que todas las personas a tu alrededor escuchen, porque es la verdadera voz que sale de tu alma armoniosa y no aquella que retumba desde la ‘locura” de tu mente inquieta, llena de ruido, estrés, rabia, ira o dolor. Si has vivido o vives en medio de ambientes en los que el grito es una constante, te llego la hora de hacer consciencia sobre el tema, tomar acción y romper en forma definitiva esa cadena.
Los gritos no permiten que los verdaderos sonidos se oigan con claridad, que la mente y el corazón se aquieten, que las relaciones sean armoniosas, que tú te escuches con atención a ti mismo y que atiendas a los demás. Cada grito que lanzas, que lanzo, que lanzamos o que recibimos ensordece la paz interior de cada uno y desde ahí retumba hacia el interior de toda la humanidad, como otro factor que impide la paz mundial.
Publicacion original en Long Island al Dia: