La cotidianidad colectiva y social en que vivimos invita e involucra a los muchachos a jugar a la guerra en todas sus modalidades
Lialdia.com / Lenny Z. Pito Bonilla/ Florida/ EE.UU / 10/7/2015 – Desde mi balcón veo a mi hijo de 10 años de edad jugar con sus amigos en una gran zona verde, rodeada de árboles, pájaros y naturaleza generadora de armonía, la que se ve interrumpida por los gritos de los niños y el sonido de las pistolas de juguete. ¿A que juegan, de donde ese encantamiento por las armas, por qué les genera adrenalina los tiroteos, el disparar, el tener en sus manos un juguete bélico o el coleccionarlos, que aunque de lindos colores, los chicos bien saben que los reales disparan balas de verdad y pueden matar personas?
Mi esposo y yo no somos amigos de las armas, no tenemos una en casa para defensa personal o por deporte, yo tengo una especial aversión a ellas, por lo tanto nunca hemos comprado un arma de juguete a nuestro hijo, sin embargo siempre recibe alguna de regalo y así poco a poco paso de su interés por los carritos a su gusto por ellas, de hacer caravana de carros en el suelo, a hacer cadena de disparos al aire. Él sabe que no nos gusta que juegue a la guerra, a la violencia, a la muerte,entonces cuando le dejamos saber nuestra opinión, cuando le preguntamos por qué de estos juegos, nos contesta con seriedad: “Les prometo que yo nunca voy a ser malo, no voy a matar a nadie, no voy a robar, ahora solo juego y me divierto como mis amigos, todos los niños lo hacen”.
Los carritos no son preocupación, nos gusta que juegue con ellos, se los regalamos, le motivamos a coleccionarlos, aun sabiendo que también un carro puede ser una arma letal sino se conduce con responsabilidad, a sabiendas de esto, en medio del juego le inculcamos el valor de no estrellarlos, cuidarlos, valorarlos, saberlos conducir, el concepto de la velocidad, de no hacer daño a otros, las reglas de tránsito y el sentido de responsabilidad total. Ahora bien, viendo a mi hijo tan involucrado con los juguetes bélicos, siento que debo aplicar y multiplicada esta misma filosofía, psicología y pedagogía, en lugar de prohibírselos lo que solo generaría más curiosidad en él y al final terminaría jugando pero a escondidas, a nuestras espaldas y ocultando su actividad. La esperanza que queda es comprender que como su interés por los carros,este por las armas también pasará, pero mientras sucede es nuestro deber de padres acompañarlo, guiarlo, establecer un dialogo abierto sobre el poder destructor de las armas y el valor de la vida propia y de los demás. Ver juntos las noticias, los programas, los videos y las películas, teniendo en cuenta que ya a su edad él puede empezar a ponerse en contexto y ver la diferencia entre el juego y la realidad, también hacer sus propias reflexiones y sacar sus conclusiones sobre la crueldad de la guerra, la violencia y la agresión armada, entre otros.
Un tiroteo tras otro solo en los Estados Unidos, perpetrados por jóvenes de escuelas o universidades, hijos de familia, miembros de comunidades, parte de la sociedad, en muchos casos con coeficientes intelectuales muy altos, excelentes estudiantes, en otros con algún tipo de discapacidad mental. Niños y jóvenes haciendo la guerra en los diferentes conflictos armados del mundo, la mayoría de las veces contra su voluntad. Pandilleros y delincuentes juveniles armados en las calles y llenando los centros de detención de las ciudades. Matones a sueldo llamados sicarios. Distintas modalidades de guerra, circunstancias y condiciones pero comunes denominadores psicológicos y sociales:
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Portada: Juegos de villanos. Niños con pistolas de juguete en Managua.