Desde tiempos remotos las emociones, las actitudes o los comportamientos pueden convertirse en “flechas venenosas’ que perforan el ser interno.
Lialdia.com / ©Lenny Z. Pito Bonilla / Nueva York/ 7/06/2015 – Cuando una persona da un golpe realiza una acción súbita y violenta de ataque contra otra o un animal, una institución, la madre tierra, etc. utiliza su cuerpo; manos, pies, cabeza, ojos o boca, también objetos, palabras, gritos o peor aún, echa mano de herramientas emociones y afectivas. Ya sea que la agresión se produzca en forma voluntaria o no siempre abre profundas heridas que generan daño, miedo, dolor… fracturas en el cuerpo o en el alma, que muchas veces se tornan difíciles de reparar o hasta crónicas y que terminan en círculos de golpes físicos generadores de dolores emocionales y de golpes emocionales generadores de dolores físicos. El cerebro que no distingue entre unos y otros activa las mismas zonas para el dolor, no importa si se ha provocado por penas físicas o por psicológicas, de ahí la importancia que a nivel global es necesario darle al tema, porque el efecto es siempre el de desestabilizar la paz interior.
Estudios e investigaciones científicas en neuropsiquiatría, psicología, neurociencia y neurología cognitiva en varios países, confirman que en la misma parte del cerebro donde se registra el dolor físico, se procesa el dolor emocional, lo que indica que de la misma forma en que una lesión fisiológica puede convertirse en un padecimiento permanente, un impacto emocional puede transformarse en una “herida del alma” crónica. Poe eso los científicos confirman hoy día que el sufrimiento emocional si puede doler físicamente y que es causa de la gran mayoría de las enfermedades o mejor dicho, lleva a las personas a enfermar.
El golpe psicológico, con su consecuente dolor físico-emocional, es tan antiguo como la humanidad misma, de ahí que desde tiempos remotos las emociones, las actitudes o los comportamientos pueden convertirse en “flechas venenosas’ que perforan el ser interno. Lo más triste es que los seres humanos lo sabemos, por eso nos atrevemos a usarlo en contra de nosotros mimos o de los demás. Aunque por otra parte es claro que la flecha venga de donde venga, solo es posible que perfore si el individuo que la recibe permite que entre y que le cause daño. Profundicemos un poco para comprender mejor esto, los golpes emocionales pueden venir de la pérdida de un ser amado, por terminar con una relación, por sufrir algún tipo de maltrato o por sentirse excluido dentro del contexto social, entre otros, les llamamos profundas penas y tienen el “poder” de impactar los mecanismos neurales de la percepción del dolor físico y de avanzar hacia la interacción con las emociones, manifestándose en primer lugar con dolor de cabeza, “dolor en el pecho”, “vacío debajo del esternón”, dolores musculares, fatiga o dolor en el estómago, entre los más frecuentes. Llano, tristeza, rabia, resentimiento, miedo que solo son posible de equilibrar y manejar si la persona hace uso de la inteligencia emoción con la que cuenta. Para continuar leyendo: